Quas primas, en español Al igual que en la primera [encíclica], es la sexta encíclica del papa Pío XI. Fue publicada el 11 de diciembre de 1925. En ella expone el reinado social de Jesucristo, su naturaleza y derecho a gobernar sobre todo el orbe, e instituye, con el fin de enseñar a las naciones el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo, la festividad de Cristo Rey.
El sumo pontífice se muestra consternado por los conflictos que asolan el mundo y propone el Reino de Cristo como modo de alcanzar la verdadera paz. Asimismo, recuerda la memoria del reciente Año Santo (1925), donde se sucedieron diversas peregrinaciones, canonizaciones y cantos del Te Deum con motivo del XVI centenario del Concilio de Nicea I. Ante esta situación el Papa exhorta a buscar "la paz de Cristo en el reino de Cristo". Recuerda, además, los sucesos del reciente Año Santo (1925), donde se sucedieron diversas peregrinaciones, canonizaciones y cantos del Te Deum con motivo del XVI centenario del Concilio de Nicea I.
Ha sido costumbre general y antigua llamar a Jesucristo «Rey» en sentido metafórico por su grado de excelencia respecto a todo lo creado. Así, se dice que Jesucristo reina en las inteligencias de los hombres, en su voluntad y en sus corazones. No obstante,
también en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como hombre el título y la potestad de Rey; pues sólo en cuanto hombre se dice de El que recibió del Padre la potestad, el honor y el reino1; porque como Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas.
Quas primas (AAS vol .XVII, p. 596.)
La encíclica muestra como esa declaración de la realeza de Cristo aparece ya en el Antiguo Testamento y se muestra en el Nuevo Testamento y aparece presente en la liturgia. El fundamenta de esa dignidad y poder reside -como escribe San Cirilo de Alejandría- en virtud de sus misma esencia y naturaleza; es decir de su unión hipostática, que le hace ser adorado como Dios, tanto por los ángeles como por los hombres. Pero, además, reina sobre los hombres por derecho de conquista, por su Redención.
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